El cuerpo humano está compuesto fundamentalmente de agua: un 70% en adultos, un 85% en los recién nacidos y un 60% en las personas mayores. Debido a las altas temperaturas y la práctica de ejercicio físico, que aumenta la sudoración, es importante aprender a hidratarse en verano, cuando crece la necesidad de tomar líquidos.
Para una hidratación correcta del organismo se recomienda una ingesta de líquidos diaria de 1 a 1,5 litros que debe incrementarse en los meses de verano. Los alimentos, sobre todo frutas y verduras, pueden proporcionar hasta 1.200 mililitros al día. El aporte de líquidos puede realizarse con agua, con bebidas isotónicas que reponen también electrolitos, o azucaradas, que además de agua aportan calorías.
Junto a la sed, un signo de alerta es una cantidad de orina escasa, inferior a 500 mililitros al día, y de color oscuro. Se pueden producir igualmente:
- alteraciones del comportamiento,
- debilidad,
- apatía,
- estreñimiento,
- ojos y mucosas secas,
- hipotensión,
- cefalea,
- pérdida de peso
- predisposición a las infecciones.
El alcohol, por su parte, no solo no evita la deshidratación sino que puede agravarla por su efecto diurético.
Hidratarse en verano: grupos de riesgo
En este sentido, hay que estar más pendientes de niños, mujeres en etapa gestante y ancianos. En el caso de las personas de edad avanzada, la pérdida del reflejo de la sed, la dificultad para la ingesta y el tratamiento con diuréticos les hacen muy vulnerables. Quienes practican deporte también pueden ser un grupo de riesgo, sobre todo si se ejercitan cuando hace más calor. El aumento de la sudoración facilita la pérdida de agua y sales, por lo que deben beber antes, durante y tras la actividad física para hidratarse en verano de forma correcta.
Síntomas de deshidratación
Si ante una situación de deshidratación no se repone la falta de líquidos podría producirse un desvanecimiento. Existen diferentes grados. En el más leve –pérdida menor al 5% del peso corporal– la persona estará sedienta e inquieta, con ojos ligeramente
hundidos y la boca seca. La moderada –igual o inferior al 10%– se caracteriza por el pulso y la respiración acelerada, además de orina escasa y oscura y debilidad.
Por último, si es severa –hasta el 15%– conlleva pulso débil y rápido, respiración acelerada y ausencia de orina en varias horas. Los ojos suelen estar muy hundidos y las mucosas de la boca secas, junto con una debilidad importante. Otros síntomas son irritabilidad, agresividad, alucinaciones y cefalea. Incluso puede perderse la consciencia.
Se aconseja consultar con un especialista de atención primaria ante la presencia de alguna de estas señales de alarma, que pueden aparecer acompañadas de vómitos y diarreas, sobre todo en los grupos de edad más sensibles.
Alfredo Yoldi Arrieta
Especialista en Endocrinología y Nutrición del Centro Médico IMQ Zurriola