Especialista en Medicina General de IMQ
La duda sobre si es posible o no consumir bebidas alcohólicas cuando alguien está en tratamiento con antibióticos es muy habitual y circulan muchas opiniones al respecto. Si bien el sentido común nos lleva a pensar que no es recomendable, no siempre están claras las razones de por qué esa mezcla es perjudicial para nuestra salud.
Lo primero a tener en cuenta es que beber alcohol cuando se está tomando antibióticos está desaconsejado siempre por los especialistas de la salud y sobre todo si se supera un consumo moderado de alcohol permitido para ciertos antibióticos que estaría como máximo entre una copa de vino o una cerveza.
Sin embargo es importante destacar que existen determinados grupos de antibióticos con los cuales no se puede tomar ni una gota de alcohol, puesto que al interaccionar pueden provocar efectos perjudiciales para nuestra salud y las consecuencias pueden llegar a ser graves, incluyendo efectos como somnolencia, vómitos, arritmias y alucinaciones.
¿Por qué es malo consumir bebidas alcohólicas con los antibióticos?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la ingesta de alcohol está asociada a numerosas enfermedades e incluso un consumo moderado puede ser uno de los factores de riesgo para desarrollar diferentes tipos de cáncer. Por ello, la postura de la comunidad médica es clara y aboga por consumir la menor cantidad de alcohol posible para gozar de una buena salud.
Asimismo, existen una serie de razones médicas que desaconsejan el consumo simultáneo de alcohol y antibióticos. La primera de ellas es que ambas sustancias (alcohol y antibióticos) se metabolizan en el hígado por lo que al combinarlas estamos haciendo trabajar al hígado más de la cuenta y probablemente tarde mayor tiempo en absorber el fármaco. Además, no hay que olvidar que estamos sobrecargando nuestro hígado y eso podría conllevar un daño hepático.
Uno de los factores más importantes del tratamiento de las infecciones es mantener unos niveles de antibiótico constantes en sangre, y precisamente el consumo de alcohol puede acarrear consecuencias como la prolongación del tratamiento o la pérdida de eficacia del fármaco al alterar dichos niveles.
Por otro lado, si estamos tomando antibióticos es porque tenemos un problema de salud relacionado con una infección y en esta situación no es aconsejable beber alcohol, puesto que debilita nuestro sistema inmune.
En resumen, si bien el consumo de una copa de vino o una cerveza esporádica no interfiere de manera importante en el tratamiento con la mayoría de antibióticos, es aconsejable no tomar nada de alcohol durante esos días.
¿Con qué antibióticos es muy peligroso tomar alcohol?
Los consejos anteriores hacen referencia a buena parte de los fármacos antibacterianos que se recetan habitualmente, pero es importante tener en cuenta que existe una lista de antibióticos con los cuales no se puede tomar ni una sola gota de alcohol, puesto que pueden provocar efectos graves en la salud.
- El primero de ellos es el metronidazol, indicado para tratamientos de algunas infecciones bacterianas ginecológicas, de estómago, piel y tracto respiratorio. Este fármaco interacciona con el alcohol e impide su metabolización, provocando mareos, vómitos, dolor de cabeza y alteración del ritmo cardíaco.
- Del mismo modo ocurre si se mezclan bebidas alcohólicas con tinidazol, un fármaco recetado para combatir algunas enfermedades de transmisión sexual e infecciones del intestino.
- Tampoco se puede ingerir alcohol si la persona está en tratamiento con Doxiciclina, un antibiótico para las infecciones en el aparato digestivo, respiratorio y reproductor que también se receta en tratamientos de acné. En este caso su eficacia puede verse reducida con la ingesta de alcohol y en algunos casos puede provocar efectos graves como somnolencia, calambres, arritmias y alucinaciones.
- Por último, el antibiótico linezolid interacciona con alcoholes fermentados, como el vino, la cerveza y la sidra, con riesgo de provocar daños en el hígado y un aumento de la presión sanguínea. Este fármaco se utiliza habitualmente para el tratamiento de infecciones graves cuando el cuerpo ha desarrollado resistencia a otros antibióticos.
Un pequeño esfuerzo para cuidar la salud
En conclusión los riesgos de mezclar alcohol y antibióticos pueden ir de leves a realmente graves en función del tipo de fármaco que estemos tomando y también del volumen de bebida alcohólica que se consuma. De esta forma, si bebemos un vino o una cerveza cuando estamos tomando antibióticos que no interaccionan de forma grave con el alcohol, las consecuencias serán leves, pero con cantidades más elevadas es posible que se reduzca el efecto del medicamento y corramos el riesgo de generar resistencia a los antibióticos.
Por ello, y puesto que los tratamientos con este tipo de fármacos normalmente no duran más de una o dos semanas, lo más recomendable es no tomar nada de alcohol. De esta forma, nos aseguraremos una recuperación más rápida y cuidaremos la buena salud de nuestro sistema inmune.