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Ejercicios para iniciar en la natación a niños y niñas

beneficios natación niños y niñas
Dra. María Sagasti
Especialista en Medicina Deportiva de IMQ Amárica

La natación es uno de los deportes más completos y supone un excelente ejercicio para niños y niñas, que pueden empezar a practicarlo desde edades muy tempranas. Nadar tiene grandes beneficios a todos los niveles, ya que mejora la salud física, favorece el bienestar emocional y también contribuye a la socialización.

Pero debemos iniciar a los pequeños siempre bajo supervisión de adultos y priorizando la parte lúdica, así evitaremos malas experiencias en sus primeros contactos con el agua. Esta práctica debe suponer un momento de placer, en el que la actividad, tanto del niño o niña como de sus progenitores, fomente un clima emocional positivo y en el que el monitor sirva de apoyo.

La familiarización, respiración, flotación y propulsión serán los contenidos a trabajar en esta primera etapa.

Familiarización

La familiarización es el proceso de adaptación inicial en el medio acuático, en el que el alumno sentirá y experimentará sensaciones totalmente distintas a las que percibe en el medio terrestre, con el fin de tomar confianza en el agua.

Es muy importante que las primeras experiencias con el agua sean positivas y que el niño o niña se sienta siempre seguro y protegido. La edad para aprender a nadar se sitúa normalmente en los 4 años, puesto que es cuando pueden desarrollar las habilidades de coordinación necesarias. Aun así, podemos comenzar a familiarizarlos con el agua desde más pequeños, siempre que estemos acompañándolos en todo momento.

El objetivo de la familiarización es conocer el medio acuático, conocer el contacto con el cuerpo y empezar a chapucear. Se considerará que se ha superado la fase de familiarización cuando el niño:

  1. Es capaz de sentir el agua en zonas sensibles del cuerpo
  2. Es capaz de perder el contacto con el suelo
  3. Es capaz de abrir los ojos bajo el agua
  4. Es capaz de desplazarse sin un soporte fijo

La mejor manera de aprender a nadar es desde el juego y de manera paulatina, nunca debemos lanzarlo al agua para que aprenda a nadar por sí solo, puesto que además de peligroso, es probable que le genere una mala experiencia difícil de superar.

Algunos ejercicios de familiarización podrían ser los siguientes:

  1. En la esquina sacudir piernas
  2. Entrar en el agua desde las escaleras poco a poco
  3. Caminar en el agua
  4. Echar agua uno al otro
  5. Coger objetos desde el fondo
  6. Abrir los ojos bajo el agua

Lo ideal es empezar en la piscina pequeña (en una piscina que no cubra mucho y puedan hacer pie) y según se van familiarizando poco a poco pasaríamos a una piscina que cubre.

Respiración

Cuando vamos a practicar la respiración primero se realizan ejercicios para trabajar la respiración estática y una vez que hayamos conseguido esta se trabaja la respiración dinámica.

Los primeros ejercicios en el agua están enfocados a practicar la respiración estática y hacer que el niño o niña entienda cómo aguantar y soltar el aire cuando está sumergido. Para ello, podemos practicar el juego de las burbujas, que consiste en coger aire, meter la cabeza debajo del agua y soltarlo, formando así burbujas en el agua. Primero lo haremos nosotros y después, agarrando al pequeño por los brazos o axilas, haremos que lo haga también. Este ejercicio sirve para que aprenda a sostener la respiración cuando está bajo el agua de manera divertida. A medida en que gane confianza, puede realizarlo también agarrado al borde de la piscina, aunque siempre bajo nuestra supervisión.

Para trabajar la respiración dinámica, podemos practicar el juego del balón, que consiste en empujar y llevar un balón de un lado a otro de la piscina, soplando aire fuerte.

Flotación

La flotación es otra cualidad del agua que permite efectuar movimientos de difícil consecución en el medio terrestre (11). Los niños y niñas tienen una baja masa ósea y muscular, el flotar con mayor facilidad, favorece el desplazamiento de sus miembros inferiores y superiores. Pero, coordinar los movimientos y la respiración en el agua no es una tarea sencilla, así que es mejor empezar poco a poco.

La secuencia de trabajo a la hora de trabajar la flotación es la siguiente:

  1. Flotación parcial con ayuda de material fija (por ejemplo, agarrando el borde)
  2. Flotación parcial con ayuda (por ejemplo: un compañero, monitor)
  3. Flotación global con ayuda (por ejemplo: tabla, churro flotante)

Ejemplo: podemos comenzar por practicar el movimiento de las piernas, enseñándole a dar patadas en el agua que luego servirán para que pueda desplazarse. Para ello, lo mejor es que empiece a practicar cogido al borde de la piscina o mientras lo agarramos por los brazos o piernas. Una vez gane confianza, podemos movernos hacia atrás sin dejar de sostenerlo, de forma que pueda comenzar a familiarizarse con la flotación en el agua. El siguiente paso consiste en que realice el mismo ejercicio con una tabla flotante, aunque debemos realizar estos pasos a medida en que el niño o niña se sienta seguro, sin que deje de resultar un juego.

Propulsión

 La propulsión es la acción que realizamos con las extremidades superiores e inferiores para lograr vencer la resistencia al agua y de este modo poder desplazarnos en el fluido.

Lo más difícil de aprender a nadar es dominar la flotación mediante el movimiento de brazos y piernas, algo que el niño o niña aprenderá de forma natural a medida en que gane confianza dentro del agua. Para conseguirlo, un buen ejercicio consiste en sostenerlo situando los brazos bajo su barriga para evitar que el tronco se sumerja y hacer que mueva brazos y piernas, desplazándonos por la piscina.

Al principio, para moverse de manera autónoma es habitual utilizar otros elementos flotantes además de la tabla, como los manguitos o el flotador, aunque es mejor animarlo a que vaya dejándolos poco a poco y aprenda a flotar y moverse sin ellos. De lo contrario, luego puede que le cueste más desprenderse de ellos y eso dificultará sus movimientos para nadar correctamente.

Una vez haya cogido confianza, podemos empezar a realizar juegos con pelotas y elementos flotantes. Un ejercicio divertido puede ser lanzar la pelota para ir a buscarla, siempre en la zona de la piscina en que el niño o niña haga pie. De esta forma, podrá empezar a practicar los movimientos de nado sin ningún riesgo. Antes de empezar a nadar una de las formas más habituales es desplazarse nadando como al “estilo de perro”.

¿Por qué es recomendable que los niños practiquen natación a una edad temprana?

Empezar a familiarizar a nuestro hijo o hija al medio acuático desde pequeño es muy recomendable por diversas razones.

Mejora su desarrollo psicomotor

La natación ayuda a aumentar la coordinación de movimientos, mejorar el equilibrio y adquirir nociones relacionadas con el espacio. Los niños y niñas que se inician en la natación a edades tempranas desarrollan más rápidamente habilidades psicomotrices y empiezan a comprender aspectos ligados al desplazamiento y las distancias con mayor facilidad.

La edad más habitual para empezar a nadar se sitúa en torno a los 4 años, puesto que antes no tienen aún la coordinación suficiente para combinar movimientos y respiración. Aun así, podemos llevarlos antes a la piscina para que empiecen a acostumbrarse y practicar la coordinación, siempre desde el juego y con total seguridad, sosteniéndolos en todo momento.

Ayuda a la relajación

En el medio acuático se usan prácticamente todos los grupos musculares, el agua es tonificante para ellos y tras un baño todos notamos el bienestar.  Al nadar, los pequeños descargan tensiones y eso favorece la relajación y el descanso. Por ello, si iniciamos a nuestros hijos en la natación, es muy probable que mejore su calidad de sueño y también se estimule su apetito.

Favorece las habilidades cognitivas

Diversos estudios han demostrado una conexión entre la natación a edades tempranas y la mejora del desarrollo cognitivo. Durante los primeros 2 años de vida, ayuda a estimular los sentidos y la percepción del mundo que les rodea, despertando así capacidades como la observación. Además, cuando son pequeños, la natación favorece un mayor desarrollo de la creatividad.

Promueve la socialización

Las actividades en la piscina son una muy buena forma de fortalecer los vínculos de afecto familiares, puesto que es algo divertido que podemos realizar con ellos, enseñándoles poco a poco a moverse y jugar en el agua. Cuando aprenden a nadar, los niños y niñas desarrollan un nivel más alto de autoconfianza, se incrementa el sentimiento de independencia y una actitud positiva.

En la infancia, la natación está siempre ligada al juego, así que es una manera muy positiva de que empiecen a socializar con otros niños y niñas, fomentando la comunicación y el aprendizaje mutuo.

Es un seguro para su salud a largo plazo

Introducir a nuestros hijos desde pequeños en la natación es muy beneficioso en todos los sentidos. Por un lado, es un deporte completo que fortalece los músculos, ayuda a mejorar la circulación y contribuye a mantener la salud del corazón y los pulmones. Por otro lado, es una manera de promover la actividad física, un hábito esencial que debemos inculcar a niños y niñas con el objetivo de evitar el sedentarismo y la obesidad infantil.  Además, aprender a nadar es una medida de seguridad imprescindible para evitar posibles ahogamientos.

Mejora su bienestar, siempre que se haga con seguridad

Iniciar a los pequeños en el medio acuático desde edades tempranas es muy beneficioso, pero se debe realizar siempre de manera segura. Si aún son bebés, es importante hablar primero con el pediatra, puesto que debemos asegurarnos de que su sistema inmunológico es suficientemente maduro. En estos casos, también hemos de poner especial atención a la calidad de las instalaciones y optar siempre por las zonas habilitadas para familias con bebés que tengan una temperatura suficiente para evitar hipotermias y un nivel de higiene adecuado.

Así, los niños y niñas que empiezan a practicar natación desde pequeños gozarán de una afición saludable tanto a nivel físico como mental y emocional, ayudándoles a la vez a socializar con los demás. Aun así, durante los primeros años esta actividad ha de realizarse siempre desde el juego, de forma que los pequeños lo vivan como algo divertido y no como una obligación.

Aprender a nadar es algo que requiere de tiempo y práctica, y la mejor manera es que el niño o niña lo consiga de manera lúdica. De esta forma, disfrutará con un deporte muy beneficioso para su salud, desarrollando su coordinación, flexibilidad, fuerza muscular y sociabilización, tanto con los padres como con otros niños y niñas presentes en el grupo. Además, algunos estudios señalan que los ejercicios acuáticos promueven mejoras en el neurodesarrollo.

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