Los episodios continuados de tensión, ansiedad y estrés disparan el número y la variedad de patologías dermatológicas.
Los problemas dermatológicos que cursan con picor –denominado en medicina prurito– y que tienen relación con el estrés son muy frecuentes, cada vez más. Lo cierto es que el ritmo de vida puede dificultar nuestra capacidad de adaptación a las adversidades y en consecuencia producir angustia crónica. Episodios de agobio, tristeza, depresión, nerviosismo o tensión pueden ocasionar que la piel envíe señales y, en algunos casos, se manifieste con picores relacionados con ciertas patologías de carácter dermatológico. Todas las situaciones suelen ser puntuales y benignas, pero, en ocasiones, pueden llegar a agravarse e incluso cronificarse.
De hecho, la dermatitis atópica es una afección que en las últimas décadas se ha quintuplicado en la población infantil y se ha demostrado que, en prácticamente el 100% de los casos, este picor tiene relación con el estrés. Asimismo, se puede calcular que la mitad de los pacientes con urticaria crónica empeoran con la ansiedad. Otras enfermedades como el liquen simple o plano –zonas delimitadas que los pacientes rascan con compulsión– presentan una clara asociación con el estrés.
Esta sensación se puede sentir en cualquier parte del cuerpo. Al respecto merece la pena mencionar un problema muy común y desconocido fuera de la dermatología: las llamadas somatodinias que, aunque no cursan con picor propiamente dicho, sí lo hacen con ardor y quemazón. Por sus características, aparecen en la boca y en el área genito-anal, teniendo siempre una base psicosomática.
Atacar al origen
Además, episodios de estrés pueden ocasionar picor en personas con alergias que presentan reacciones en la piel (a los ácaros, al polen, asmáticos…) y ardor en la boca en los alexitímicos, nombre que reciben quienes tienen dificultad para canalizar y expresar los sentimientos.
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Los dermatólogos deben descartar el posible origen orgánico del picor y, si se confirma que la causa es el estrés, explicar las posibilidades que existen para su control. En este sentido, se deben evitar las situaciones que generen ansiedad, pero también algunos tipos de fármacos, como la aspirina o el ibuprofeno, y el consumo de cítricos y café, que aumentan la picazón. Cabe matizar que el estrés puede relacionarse con caída de cabello difusa y la aparición de calvas, así como con múltiples infecciones de la piel como el herpes-impétigo.
En ocasiones, se pueden recetar pomadas para calmar parcialmente el picor, pero lo más importante es impedir que la piel enferme por el rascado, para lo cual se aplican corticoides o medicación como los inhibidores de la calcineurina, que se han demostrado muy efectivos.
DR. MIGUEL ZALDUA ARRESE
Médico de IMQ, especialista en Dermatología