Especialista en Psicología Infanto-Juvenil de IMQ Amsa
La permanente sobreexposición a las pantallas que padecemos en nuestra vida cotidiana constituye actualmente una realidad no solo difícil de soslayar, sino también de gran impacto. Una situación que, si bien se produce a cualquier edad, puede resultar mucho más delicada cuando el uso abusivo de móviles, tabletas u ordenadores afecta a niños y adolescentes.
Cada vez son más los padres preocupados por el uso que sus hijos hacen del móvil o que buscan en internet cuál es la edad ideal para permitirles disponer de su primer teléfono. A los 16, a los 12, cuando sean mayores de edad… las respuestas a esta pregunta pueden ser infinitas, pero lo más importante a tener en cuenta es si la utilización de dispositivos electrónicos ejerce, o no, un efecto negativo en el desarrollo de los más pequeños.
Efectos y riesgos
En plena sociedad digital, es común ver, en cualquier circunstancia y lugar, a una gran mayoría de personas con la atención puesta en su teléfono móvil. Incluso a grupos de jóvenes que se reúnen en el parque, cada uno con la vista en su dispositivo, haciendo caso omiso al exterior y ocupando una parte muy importante de su tiempo de ocio.
Si bien no debemos ver el uso de móviles y pantallas como un elemento totalmente negativo, ya que también aporta grandes beneficios a la sociedad y a los más jóvenes, incluso durante las épocas de desarrollo, lo cierto es que sus consecuencias, favorables o desfavorables, van a depender, sobre todo, del buen o mal uso que se haga de los aparatos electrónicos y de inculcar buenos hábitos en este sentido desde la infancia para evitar que el abuso genere problemas de aislamiento, de desconexión con la realidad o afecte a las relaciones interpersonales y al desarrollo de niños y adolescentes.
Conocer los riesgos existentes constituye a este respecto una prioridad para los padres. Entre esos riesgos destacan los siguientes:
Menor desarrollo cognitivo
El uso continuado de dispositivos tecnológicos durante la infancia está directamente relacionado con un menor desarrollo de las capacidades cognitivas, de la afectividad, de la motricidad y de las habilidades sociales y con ello, también a menudo del rendimiento escolar, pudiendo darse incluso un retraso en el lenguaje.
Sedentarismo
La realidad es que, mientras los niños y adolescentes emplean sus teléfonos, mantienen posturas estáticas que pueden resultar perjudiciales para la salud. Las posturas fijas y prolongadas aumentan la posibilidad de trastornos musculo-esqueléticos en el cuello o los miembros superiores, cuando, además, se encuentran en época de crecimiento.
Además, el tiempo sedentario que pasan delante de la pantalla supone una pérdida de horas en las que podrían estar haciendo alguna actividad física más favorable para su salud. Aumenta, por otro lado, la posibilidad de padecer obesidad a edades tempranas.
Alteración del sueño
Es común a estas edades tempranas usar también el móvil antes de dormir, una costumbre muy perjudicial ya que mantiene el cerebro activado. Los dispositivos electrónicos generan un estado de excitación fisiológica y mental, con alto impacto en el sueño. Su uso modifica, además, el ritmo circadiano del sueño y la vigilia, pudiendo provocar insomnio, mayor frecuencia de despertares nocturnos y/o somnolencia diurna.
Adicción a las pantallas
La adicción tecnológica es un riesgo latente a edades tempranas. Lo más común es conectarse un rato para distraerse, interactuar con amigos u obtener información de algún tipo. La cosa cambia cuando ello se convierte en una adicción. Muchos niños y adolescentes usan la tecnología para tratar de aliviar el malestar emocional, el aburrimiento o la ansiedad social.
Cuando esto ocurre, puede llegar a derivar en nomofobia, el miedo irracional a estar sin teléfono móvil. Esta adicción cada vez está más presente. Según el último estudio de Rastreator.com, más de 3,7 millones de españoles han manifestado que deben consultar su teléfono móvil al menos una vez por hora. Esto, a su vez, es un peligro para la salud mental, ya que puede derivar en trastornos ansiosos o depresivos.
¿Dónde poner los límites?
En los colegios del País Vasco, el alumnado utiliza de manera habitual ordenadores y tabletas para sus tareas escolares. Por lo que se refiere al uso de móviles, en primaria está prohibido y en secundaria de forma supervisada y solo si la actividad lectiva lo requiere. Empieza, no obstante, a existir debate también al respecto de si se debe o no permitir los móviles en el entorno escolar y, por lo que se apunta, todos los centros educativos vascos deberán tener regulado el uso de los móviles para diciembre de este año en sus Reglamentos de Organización y Funcionamiento (ROF).
En lo tocante al uso de dispositivos electrónicos en los hogares, resulta también fundamental poner una serie de límites:
Establecer el momento
Es necesario marcar bien los momentos en los que los móviles están prohibidos. Por ejemplo, durante las comidas, cuando se realicen actividades familiares o antes de ir a dormir. A estas situaciones también hay que añadir las horas dedicadas al estudio o los deberes, momentos en los que el uso del teléfono no debería estar permitido.
Fomentar otro tipo de actividades
Existen multitud de actividades alternativas al uso de móviles que son muy importantes durante las etapas de desarrollo: salir a pasear, hace deporte, ver una película en familia, leer un libro, jugar…De esta manera se contribuye enormemente a la protección de los niños y adolescentes de la adicción a la tecnología.
Escoger las aplicaciones
Para inculcar una relación sana con los dispositivos a los más pequeños, es importante escoger aplicaciones que estimulen su curiosidad y aprendizaje. Por otra parte, existen apps con las que es posible limitar el tiempo y el tipo de utilización con controles parentales. Además, hay multitud de opciones específicas para la infancia que no conllevan tantos riesgos, especialmente en lo referido a ciberbullying como, por ejemplo, YouTube Kids.
En conclusión, inculcar un uso sano del teléfono móvil en niños y adolescentes es posible. Pero, además de todo lo mencionado, también es recomendable mantener conversaciones con ellos e interesarse por su vida social. Es importante prestar atención a su comportamiento y afectividad y, en base a eso, tomar decisiones además de acompañarles siempre en el proceso.