Con la llegada de la época estival, solemos centrar más el foco en el destino de vacaciones y en contratar los billetes de avión o el alojamiento que en programar un viaje seguro. Sin embargo, especialmente si se sale fuera del país, conviene tener en cuenta algunos aspectos para evitar sustos o consecuencias imprevisibles al viajar en verano.
El primer paso debe consistir en conocer el estado físico propio y a qué parte del mundo se va a viajar o en qué condiciones. Los colectivos con más riesgo de salud al viajar en verano son bebés, niños pequeños, mujeres embarazadas, ancianos, minusválidos y personas con problemas médicos crónicos e inmunodeprimidas. Todos ellos presentan un peligro mayor por su fragilidad ante situaciones médicas moderadamente graves. Cuando estas circunstancias lo recomienden, se aconseja acudir al médico de cabecera al menos cuatro semanas antes de viajar para que, si lo prescribe, haya tiempo de someterse a un chequeo general previo. Si no fuera posible llevar a cabo el examen con antelación, igualmente será de utilidad una consulta de última hora para orientar en otros aspectos relativos al viaje.
Viajar en verano: pacientes crónicos
Los pacientes con algún trastorno crónico deben planificar la medicación –sobre todo aquella con receta– para no quedarse sin ella y llevar los datos de contacto del médico, el historial y el tratamiento que se está siguiendo en papel y formato digital.
Cuando se viaje a países con idioma diferente, será útil traducir el informe médico a una lengua oficial (el inglés suele servir en casi todo el mundo). Si fuera el caso, como entre quienes utilizan insulina o heparina, llevar autorización médica para usar jeringuillas.
Vacunas y seguro
En función del destino, se deben consultar cuáles son los agentes transmisores más frecuentes y las enfermedades que pueden desencadenar. Así, habrá que prestar especial atención a mosquitos, moscas, garrapatas, chinches, pulgas y ciertos caracoles acuáticos, entre otros. En la prevención de picaduras de insectos, responsables del contagio de la malaria o el dengue, es fundamental aplicar repelente sobre la piel y la ropa y el uso de mosquiteras por la noche. Los más eficaces contienen DEET, IR3535 o Icaridín como principio activo.
Tampoco conviene olvidar que en ciertos países de África, Asia y Sudamérica es obligatoria, por reglamentación internacional, la vacunación previa contra patologías como la fiebre amarilla o la meningitis, así como la presentación del certificado correspondiente de la Organización Mundial de la Salud. Las autoridades locales pueden exigir dicho documento, el cual solo se administra en centros autorizados por este organismo.
Por último, en caso de tener contratado un seguro médico privado es recomendable informarse acerca de la cobertura que ofrece y llevar impreso el certificado de asistencia o la documentación correspondiente para garantizar una rápida y correcta atención en caso de ser necesaria.
Especialista en Medicina Familiar del Centro Médico IMQ Zurriola